sábado, 7 de noviembre de 2015

La Lírica Culta


 La llamada lírica culta castellana es la poesía elaborada en las cortes de los reyes medievales Juan II de Castilla, Enrique IV de Castilla y Reyes Católicosg por parte de los caballeros que vivían en ellas (reyes, políticos, magnates...) y que nos ha llegado a través de los cancioneros del siglo xv. Se extiende a lo largo de siglo y medio, desde los primeros poemas del Cancionero de Baena (h. 1370), hasta la segunda edición del Cancionero geral (1516) de García de Resende. Se la puede considerar como "la más impresionante muestra de poesía cortesana de toda la Europa medieval.7 Los grandes poetas cultos castellanos de esta época fueron Pero López de Ayala, el Marqués de Santillana, Juan de Mena y Jorge Manrique.

Las características más sobresalientes de la lírica culta castellana son herencia de la lírica gallegoportuguesa: fundamentalmente, la terminología métrica y la concepción del amor cortés (en la que el goig o alegría del amor provenzal ha sido sustituido por la coita o pena).8
 

Se trata de una poesía esencialmente social, y no tan subjetiva, íntima, como la tradicional. Esta función social se ejemplifica en los diversos temas tratados: la política, la moral, la filosofía, la teología, el amor cortés, etc. A diferencia de lo que ocurría en la lírica tradicional, la lírica culta ya no asocia de forma radical la letra y la música; así, aparecen las primeras composiciones líricas destinadas solo a la lectura y no al canto, con lo que la composición hubo de responder a otras necesidades y objetivos: posibilidad de mayor extensión, búsqueda de nuevos niveles de significación con la alegoría, fijación de géneros (canciones y villancicos), etc.9

Las estrofas comienzan a definirse y a centrarse en diferentes formas, tomando, como base, el verso de ocho sílabas y el de doce.

Los temas de esta poesía derivan, básicamente, de la poesía provenzal de los trovadores occitanos: el amor y sus variaciones. En la Península se añaden algunas características, como las alegorías -personajes basados en ideas abstractas-, los juegos de palabras complejos, la falta de paisaje y de descripción física, la aceptación de la desgracia por parte del amante, etc.

Esta poesía suele recogerse en libros de poemas llamados habitualmente Cancioneros. Destacan tres:

El Cancionero General

Recopilado por Hernando del Castillo en Valencia, 1511, donde hay poesías de Fernán Pérez de Guzmán, Jorge Manrique, Florencia Pinar, acaso la primera poetisa española, y los citados más arriba, Juan de Mena e Íñigo López de Mendoza.
Para completar el panorama de la poesía de esta época, se pueden añadir otras obras muy diversas en su forma y géneros:

las Danzas de la muerte;

la poesía satírica, como las Coplas de Mingo Revulgo o las Coplas de la panadera;
los poemas de debate, que dan forma dramática a la confrontación de dos o más puntos de vista sobre un tema. El más antiguo ejemplo de este tipo de poemas es la Disputa del alma y el cuerpo, compuesto, probablemente, a finales del siglo xii, y que es una adaptación de un debate francés. Otro poema importante de este género es Elena y María (sobre las disputas estamentales en la Edad Media), pero la obra maestra del género es la Razón de amor con los denuestos del agua y el vino, obra cuyo tema no está claro: alegoría cristiana, formulación literaria de una herejía cátara, la necesidad de la reconciliación entre contrarios, etc.
los poemas hagiográficos en versos octosílabos titulados Vida de Santa María Egipcíaca y Libro de la infancia y muerte de Jesús, transmitidos en el mismo manuscrito del siglo xiv en que aparece el Libro de Apolonio y copiados, probablemente de un original en francés, por un escriba aragonés.
La narrativa en verso
La épica.
La épica es un subgénero narrativo compuesto en verso y en lengua romance, cuyos orígenes datan del primer tercio del siglo XI. Las narraciones épicas están protagonizadas por héroes que representan, por sus valores, a toda una sociedad; suelen centrarse en acontecimientos relevantes dentro de la historia de un pueblo, por lo que esos héroes terminan por ser considerados símbolos para los mismos.

Es frecuente, además, que el argumento de estas historias gire alrededor de algún problema del protagonista con el valor social de la honra, que constituía la base de todo el sistema ético-político de relaciones vasalláticas en la Edad Media.

La épica castellana toma sus temas, fundamentalmente, de dos acontecimientos históricos:

la invasión árabe de la Península y los primeros focos de resistencia cristiana (siglo VIII);
los inicios de la independencia de Castilla ( siglo X).
En este sentido,

la épica propiamente española aparece, incluso en sus testimonios más antiguos e indirectos, caracterizada por una temática original (...) y por una visión del mundo bastante distinta de la de la chanson de geste [francesa, anterior en el tiempo]. Lo más importante es que el rechazo de las "historias extranjeras" no lleva solo a buscar en los anales del propio patrimonio asuntos dignos de convertirse en narraciones épicas, sino sobre todo a estructurar estas narracinoes a partir de un modelo cultural autóctono e independiente
Deyermond (1991, María Luisa Meneghetti, «Chansons de geste y cantares de gesta: la singularidad de la épica española», pp. 71-77 (73))
Así las cosas, por influencia de la épica francesa (a través del Camino de Santiago y de la presencia del mundo occitano en el noreste peninsular), la épica castellana solo tomó algunos temas de esta, como por ejemplo la figura de Carlomagno, en el único texto que presenta huellas del llamado ciclo carolingio, el fragmento conservado del Cantar de Roncesvalles.

El poema épico se denomina propiamente cantar de gesta. De los cantares de gesta se dice que son obras que pertenecen al mester de juglaría, pues eran transmitidos y recitados de memoria por los juglares que actuaban en las plazas de los pueblos y ciudades, en los castillos o en las estancias de la corte, a cambio de un pago por sus servicios. Sabían danzar, tocar instrumentos, recitar y realizar ejercicios acrobáticos y circenses. Consecuentemente, los cantares de gesta se representaban con apoyatura musical ante el público, haciendo uso de una monodia: una ligera cadencia final en cada uno de los versos que era subrayada en el primero y último de cada tirada (entonación y conclusión).

El objetivo de este recitado público era doble: entretener e informar al auditorio, aunque sin propósitos moralizantes ni pedagógicos (propósitos que sí serían propios de las obras del mester de clerecía).

Se han conservado muy pocos debido a esta transmisión oral. Además del Cantar de mio Cid, que se conserva casi completo, nos han llegado fragmentos del Cantar de Roncesvalles y del Cantar de las Mocedades de Rodrigo. De otros cantares de gesta nos han llegado noticias gracias a las crónicas históricas, que los utilizaron como fuente (por ejemplo, el Cantar de los siete infantes de Lara, que aparece en la Segunda Crónica General -Crónica de 1344, de Pedro de Barcelos- y que está vinculado al ciclo de temas relativo a los Condes de Castilla).

Algunas características de los cantares de gesta de la literatura española son:

su carácter anónimo.


su gran vitalidad, pues sus temas pervivieron en la literatura posterior (romancero, comedia nacional, drama neoclásico, romántico y moderno, en la lírica, en la novela, etc.)
su realismo, pues se compusieron en fechas cercanas a los hechos que cuentan, por lo que apenas aparecen elementos fantásticos.

Los cantares de gesta fueron tomados como documentos históricos en muchas ocasiones, por que algunos fueron prosificados y así fueron incluidos en crónicas medievales (como la Estoria de España o Primera crónica general de Alfonso X); gracias a esto, algunos se han podido conservar parcialmente.

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